lunes, 7 de abril de 2014

CAPITÁN AMÉRICA Y EL SOLDADO DEL INVIERNO: DOS BUENAS MITADES

Capitán América y el Soldado del Invierno. Directores: Anthony Russo y Joe Russo (película), Joss Whedon (escena inter títulos finales). Protagonistas: Chris Evans (Steve Rogers/Capitán América), Scarlett Johansson (Natasha Romanoff/Viuda Negra), Anthony Mackie (Stan Wilson/Halcón), Samuel L. Jackson (Nick Fury), Robert Redford (Alexander Pierce), Sebastian Stan (Soldado del Invierno), Cobie Smulders (Maria Hill), Emily VanCamp (Kate/Agente 13), Georges St-Pierre (Georges Batroc), Toby Jones (Arnim Zola), Frank Grillo (Brock Rumlow), Hayley Atwell (Peggy Carter) y Maximiliano Hernández (Jasper Sitwell), entre otros. Participación especial de Thomas Kretschmann (Barón Wolfgang Von Strucker), Aaron Taylor-Johnson (Pietro Maximoff), Elizabeth Olsen (Wanda Maximoff), Stan Lee y Ed Brubaker. Guionistas: Christopher Markus, Stephen McFeely, basado en personajes y situaciones del cómic Marvel, con especial referencias a las sagas firmadas por Joe Simon, Jack Kirby, Stan Lee, Ed Brubaker, Steve Epting, Mike Perkins y Michael Lark. Marvel Studios. EE.UU., 2014.

El más creído

El superheroico es un género propio, con sus reglas características y su marco teórico claramente definido. Pero, como a la mayoría de los géneros narrativos después de la modernidad, le sienta bien (y hasta muy bien) cierta dosis de hibridación. De hecho, teniendo en cuenta la naturaleza primaria de cada personaje, me animo a decir que hasta le permite marcar una positiva diferencia cualitativa. Así, Batman se ve mejorado por el policial negro; Superman por la ciencia-ficción, el Hombre-Araña por el melodrama; y el Capitán América por el bélico. O por su continuidad temática post-guerra fría, el espionaje. De ahí que el maridaje propuesto por esta (un tanto extensa) Capitán América y el Soldado del Invierno (Captain America: The Winter Soldier, 2014) apareciera tan prometedor. Y si bien el trabajo de Anthony Russo y Joe Russo cumple (y hasta con creces) en el manejo de los géneros por separado, nunca logra hacerlos confluir natural y orgánicamente. Dos buenas mitades no hacen, por sí solas, una buena unidad. Y de las dos películas que componen a esta película, me quedo con la del espionaje.

El más nuevito

El Soldado del Inverno arranca sólidamente como un thriller político en su vertiente decididamente conspirativa. Saca provecho de los tópicos comunes compartidos con el cine de acción (peleas rigurosamente coreografiadas, despliegue armamentístico, persecuciones automovilísticas sin respiro) y reformatea la paranoia sesentista y setentista de la guerra atómica en una reconocible y contemporánea paranoia antiterrosita. Traducida sabiamente en una tensión todavía irresuelta: ¿Deben garantizarse las libertades individuales o, en nombre de un supuesto bien mayor, pueden recortarse para implementar una militarizada seguridad ciudadana?

La más linda

Hay dos grandes temas que uno puede encontrar rápidamente en la película. El miedo como elemento disciplinador de la sociedad; y ¿el derecho? a la injerencia gubernamental en la vida privada de las personas cuando la Nación se encuentra, supuestamente, en peligro. Y el peligro que deberán desactivar los superhéroes (el Capi, la Viuda Negra, Nick Fury y el recién llegado Halcón) radica en la persona (o el cuerpo colegiado) que se arroga la potestad de tomar esa decisión, claramente explicitada en una política de ataques preventivos vía drones que lleva a un extremo imaginario (¿imaginario?) los informes filtrados por Edward Snowden. Pero como estamos en un filme yanqui, la responsabilidad de los actos recaerá finalmente sobre la figura de un infitrado, no sea cosa que lleguemos a pensar que la gran democracia del norte avala y/o promueve ese tipo de accionar, dentro o fuera de sus fronteras geopolíticas.

El más malo

Al transplantar personajes e instancias de la primera peli del Capi en el presente, El Soldado del Invierno entabla un interesante contrapunto entre los fantasmas de la Segunda Guerra mundial y los titulares del diario de mañana, marcando la continuidad existente entre las construcciones simbólicas del nazismo y el terrorismo, utilizando para ello a la ficticia organización Hydra y a la real Operación Paperclip, mediante la cual el Servicio de Inteligencia de los EE.UU. “importó” científicos nazis después del colpaso del régimen para desarrollar cohetes y armas químicas, dentro y fuera de la NASA. En el medio, la enigmática figura del Soldado del Invierno, cuya verdadera personalidad no será ninguna sorpresa para quienes hayan leído el arco argumental del cómic (a cargo de Ed Brubaker, Steve Epting, Mike Perkins y Michael Lark) en el que se basa la superproducción hollywoodense, que también incluye referencias a la saga del Imperio Secreto firmada en los ’70 por Steve Englehart, Mike Friedrich y Sal Buscema; y a la oscura miniserie Nick Fury vs. S.H.I.E.L.D. (de Bob Harras y Paul Neary), sobre todo en lo referente a la figura de Alexander Pierce (Robert Redford).

Los más grossos

La resolución netamente superheroica de estos conflictos planteados desde el thriller político le permitirá al filme escalar en espectacularidad visual, pero a costa de resignar la empatía dramática que había construido denodadamente. En su tramo final, la película ejerce cambios drásticos en el status quo del universo fílmico Marvel, cuyos alcances repercutirán (de seguro) en los nuevos episodios de Marvel’s Agents of S.H.I.E.L.D., la próxima Avengers 2: Age of Ultron, las series exclusivas para Netflix y el tercer largometraje del Capi, que podría llegar a ser la adaptación del arco argumental La muerte del Capitán América ocurrida en el marco (historietístico) del evento conocido como Guerra civil. Además, incorpora a Batroc y a Brock Rumlow (futuro Crossbones), dos supervillanos menores y queribles de las revistas; avanza en las subtramas del Guantelete del Infinito y Thanos; y refiere, por vez primera en el cine, al Dr. Strange, Quicksilver y Scarlet Witch. Y hasta se permite esconder referencias cinéfilas a Pulp Fiction (puntualmente, a una de las citas esgrimidas por Samuel L. Jackson en el clásico tarantinesco) y a Paul Newman (amigo y compañero de Redford en Butch Cassidy & the Sundance Kid y El golpe). Como siempre, conviene quedarse hasta el final.
Fernando Ariel García

Lo que vendrá:


Quicksilver (arte conceptual)

Scarlet Witch (arte conceptual)

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