miércoles, 12 de septiembre de 2012

¿QUÉ VOY A HACER CON MI MARIDO?: EL AMOR ES MÁS FUERTE

No puedo decir que haya sido engañado, pero sí que esperaba encontrarme con otro tipo de material. Problemas míos, de seguro, pero antes de que la sala se pusiera a oscuras, creía que ¿Qué voy a hacer con mi marido? (Hope Springs, 2012) iba a ser una comedia romántica para hombres y mujeres (más mujeres que hombres, en realidad) de más de 40. Una prima hermana de Alguien tiene que ceder (Something’s Gotta Give), por el tipo de pareja protagónica, por enfocar la problemática afectiva de la pareja en la ahora llamada tercera edad; y porque los afiches originales se me hacían demasiado parecidos como para pensar en una simple coincidencia.



No estaba tan errado, salvo por un detalle: El tono. En lugar de la comedia dramática que promete desde su título traducido, ¿Qué voy a hacer con mi marido? es un melodrama, intimista y cruel por momentos, que juega con la esperanza de la eterna primavera amorosa que anuncia el título original en inglés. Por supuesto que hay chistes y escenas de graciosa distención muy bien resueltas, pero el nudo central es trágico y doloroso de afrontar para este matrimonio de más de treinta años, detenido en un tiempo perpetuo donde la comodidad ha reemplazado al deseo, la rutina a los sueños, la televisión al diálogo y las fotos familiares a la dinámica familiar.


Lo interesante es que el amor que se profesa este matrimonio nunca está en dudas. Sí la expresión física de este amor, específicamente la expresión íntima. El sexo, por supuesto, pero no sólo en su faceta genital, sino en toda la dimensión que abarca el contacto físico: Las caricias, los roces, los besos, las miradas cómplices, la risa. En algún momento del pasado hubo un quiebre, una lesión que se tapó con capas de silencios, con el armado monótono de una cotidianeidad montada para ocultar ciertas cosas, con pequeñas mentiras, con enorme distancia emotiva entre los sujetos del amor. Y para recuperar aquello que se había perdido, a la mujer (siempre es a la mujer) se le ocurre iniciar una terapia de pareja en dónde deberán decirse todo lo que vinieron callando metódicamente.


Obviamente, ¿Qué voy a hacer con mi marido? es un filme obvio. Uno sabe cómo va a terminar desde antes que empiecen a rodar los fotogramas. Quienes hacen del tránsito por esta película una experiencia hipnótica, interesante, atractiva y siempre atrapante, son los actores. Meryl Streep y Tommy Lee Jones están soberbios al ponerle el cuerpo a los matices que sus personajes requieren para escapar de la caricatura, de la maqueta que cargamos en el inconsciente colectivo. Son arquetipos del matrimonio maduro con más pasado que futuro, pero que aquí logran desnudar su auténtica carnadura humana, sus miedos, sus ganas, sus contradicciones, su incertidumbre frente a los cambios que saben necesarios para seguir eligiéndose. Y soberbio está también Steve Carrell como el terapeuta que tiene que mediar los conflictos y conducir las ansiedades hacia un final, deseado o no.


Juntos, los tres llegarán a iluminar la verdad última, la única trascendente. Algo que debería saber todo matrimonio: Dos soledades nunca hacen una pareja.
Fernando Ariel García


¿Qué voy a hacer con mi marido? Director: David Frankel. Protagonistas: Meryl Streep, Tommy Lee Jones, Steve Carell, Mimi Rogers, Elisabeth Shue, Ben Rappaport y Marin Ireland, entre otros. Guionista: Vanessa Taylor. Escape Artists/Management 360/Mandate Pictures. EE.UU., 2012.

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