jueves, 12 de julio de 2012

DONDE HABITA EL DIABLO: TERROR DE MANUAL

Ruidos que guardan ecos de normalidad adulterada. Objetos que se mueven sin causa aparente, o visible a los ojos humanos. Luces que se prenden y apagan por voluntad propia, o por voluntad de algo (o alguien) empecinado en seguirle los pasos a una familia tipo, disfuncionalmente prototípica, con secretos guardados que tardarán en darse a conocer. El espacio cerrado de una casa, siempre agobiante, siempre difícil de transitar. En lo físico y en lo emocional. Un duelo que no termina, un poco por la presencia constante de la pena; y otro poco por la bronca acumulada, el dolor que se fue metiendo en el cuerpo y el alma de esta familia azotada por lo sobrenatural. O, al menos, lo que ellos consideran sobrenatural.


A este lugar llegará un grupo multidisciplinar de investigación paranormal, con sus propias dinámicas de relación, que buscarán encontrar causas lógicas y científicas a los efectos anómalos que registrarán sus cámaras de video, sus sensores de sonido, toda la parafernalia tecnológica con la que han ido invadiendo los espacios íntimos de la familia, incluidos los simbólicos. ¿Fantasma? ¿Fenómeno poltergeist? ¿Manifestación física de un trastorno psicológico? Lo que tenga que ser, será. Aunque el final termine por demoler parte de esta interesante construcción dialéctica entre la fe y la ciencia, sobre cuya tensión se yergue lo mejor del metraje de Donde habita el Diablo (Emergo, 2011). En donde, hay que decirlo, no habita ningún Diablo.

Definitivamente, no es el Diablo

Flojo de guión, con muchas puntas que quedan sueltas e inexploradas, percibidas por los espectadores y no por los personajes que, por sus competencias, deberían haberlas puesto en valor, la obra de Carlos Torrens se muestra más preocupada por crear credibilidad que por mantener la lógica interna que debería garantizarla. Estudio sobre los límites formales de la narración, Donde habita… termina por convertirse en un manual de estilo sobre un subgénero específico del terror, aquel que apela al recurso de la filmación amateur semi-documental, registrada por las caseras cámaras de video de los propios protagonistas.


Voyeurismo asustadizo que rindió sus frutos económicos con El proyecto Blair Witch, Actividad paranormal y la saga de REC, por poner algunos ejemplos, pero que no pasa de un válido recurso formal cuando faltan contenidos, como aquí. Seguidilla de lugares comunes, amontonamiento de recursos efectistas y efectivos, transitados con la probada precisión matemática que el aficionado conoce de memoria. Muchos sustos garantidos (si uno decide suspender la incredulidad para dejarse llevar), pero ninguna sorpresa.


En su latín original, Emergo (verdadero título del filme, también comercializado como Apartment 143) quiere decir emerger. Guarda, en su significado, la idea de lucha por salir a la luz, de esfuerzo por obtener visibilidad. Refiere principalmente al tránsito (complejo, complicado) de un estadío a otro. El pasaje de las sombras a la luz, de lo sobrenatural a lo natural, de lo inconsciente a lo consciente, de lo incomprensible a lo comprensible. Un gran título para una propuesta que no termina de emerger. Una pena, porque el potencial estaba. Sigue estando.
Fernando Ariel García

Donde habita el Diablo. Director: Carles Torrens. Protagonistas: Kai Lennox, Gia Mantegna, Michael O’Keefe, Fiona Glascott, Rick Gonzalez, Francesc Garrido y Damian Roman. Guionista: Rodrigo Cortés. Nostromo Pictures. España, 2011.

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