martes, 24 de enero de 2012

CONTRA LA BANALIZACIÓN DE LA INTELIGENCIA

Ya se fueron unos cuantos días, la efervescencia del momento bajó y éste parece ser un buen momento para intentar reflexionar sobre lo que pasó. El jueves pasado, en su habitual espacio dentro del suplemento No del diario Página 12, Gustavo Sala publicó su semanal entrega de Bife angosto, la tira de humor visceral, escatológico, negrísimo, algo naif, que no deja títere con cabeza en su planteo anárquico y desmitificador de los distintos elementos que coagulan en este momento que llamamos presente; y en este espacio que entendemos como realidad.


No debería haber pasado nada. O nada más que aquello que pasa siempre, gente divertida y/o molesta ante una tira con la que se puede (o no) llegar a algún tipo de acuerdo emocional y/o sensible. Pero no, este Bife angosto levantó polvareda mediática al ser considerado como “una falta de respeto a los sobrevivientes de la Shoá y una banalización del Holocausto”, de acuerdo con el repudio que comunicaron oficialmente la DAIA (Delegación de Asociaciones Israelitas de Argentina) y la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina). ¿La razón? La tira, fiel a sus costumbres y sentido del humor, con-jugó las fonéticas del apellido del DJ de moda, David Guetta; con los guetos donde fuera confinada la población judía durante la ocupación nazi de Europa del Este. El resultado, ambientado en los campos de concentración, con Hitler y las víctimas del genocidio unidas en feliz FieSSta, es lo que enervó algunos ánimos.
De ahí la repercusión en diarios, páginas de internet y radios, la disculpa oficial del diario y, desde las redes sociales (tema del día en Twitter), la solidarización con el artista o su condena por antisemitismo. ¿Antisemitismo? ¿Hasta cuándo vamos a seguir castigando y hostigando al humorista que hace humor con el Holocausto? El antisemitismo es otra cosa, mucho más seria. Es prejuicio, hostilidad, discriminación, odio, intolerancia, persecución, ejercicio de la violencia.
Todos aquellos que se hayan sentido dolidos están en su derecho; y al dar a conocer su disconformidad están ejerciendo sus derechos. Y Gustavo Sala (como antes Roberto Benigni con La vida es bella, por mencionar un caso de relieve internacional), también está ejerciendo su derecho a expresarse libremente, tratando los temas que tenga ganas de tratar, desde el enfoque que considere válido y representativo de su sensibilidad artística. Hacer humor con el Holocausto no es reírse de las víctimas del genocidio, ni reivindicar las prácticas nazis, ni glorificar los mitos y estereotipos calumniantes que rodean al imaginario judío. Al contrario, es (estoy convencido de ello) una de las formas más efectivas de asomarse al lado más oscuro de la naturaleza humana, de abordar los grandes dramas de la Historia, de entender la deshumanización que moviliza a hombres e intereses de distintos tipos. De mirar a la Muerte a la cara con una sonrisa en el rostro, si hace falta. O no somos capaces de entender que la risa también es respeto, reconocimiento y empatía.
No banalicemos el Holocausto. Y, sobre todo, no banalicemos la inteligencia.
Fernando Ariel García

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