jueves, 28 de abril de 2011

WEREWOLVES OF MONTPELLIER: PEQUEÑAS GRANDES COSAS

Hay algo en las historietas de Jason que me puede. Me gusta que así sea, no lo quiero evitar. La mayor parte de su obra está cruzada por un tono melancólico, como remarcando la presencia de algún tipo de ausencia, ese vacío de hiel agridulce, con cuerpo de silencio, que nos muerde los talones, esperando el momento justo de pegarnos el zarpazo. Son aquellas pequeñas cosas, dijo Serrat alguna vez. Y lo más poderoso que tienen las historietas de Jason son, justamente, la profusión de esas pequeñas grandes cosas.



En Werewolves of Montpellier (Les loups-garous de Montpellier, 2009), el artista noruego John Arne Sæterøy, más conocido como Jason, vuelve a utilizar los recursos de género como disparadores de la cruz emocional que los personajes cargan sobre sus hombros. Como en los casos anteriores, lo fantástico está aceptado con total naturalidad, porque es en lo mundano donde radica la verdadera naturaleza de lo fantástico. En este mundo de animales antropomórficos, a nadie se le ocurre dudar de la existencia de los hombres lobo. Están; y forman parte del entorno. Hay cosas más importantes de las que ocuparse. De vivir, por ejemplo. De vivir con el amor lastimado que llevamos dentro, que es otra forma (dolorosa) de ir sobreviviendo.



Poniendo distancia física (que no sentimental e intelectual) con el que adivinamos ha sido el amor más importante de su vida, el escandinavo Sven ha llegado hasta la ciudad francesa de Montpellier. Le gusta el dibujo, parece tener buena mano para ello; y suele tomar apuntes gráficos de su memoria junto a esa mujer, tal vez porque todavía no ha llegado al momento en que necesite empezar a olvidarla. En el mientras tanto, se dedica a robar joyas, saltando de techo en techo, disfrazado de hombre lobo para que nadie lo reconozca. El tema es que en Montpellier habita una cofradía de hombres lobo que no ve con buen ojo lo que está haciendo Sven. Y en este choque de intereses aparecerán las pocas escenas de misterio y acción, las descargas de adrenalina con tierna violencia que enmarcan el relato principal.



Jason vivió cinco años en Montpellier. Y eso se nota en las páginas del cómic


Porque más allá de lo que sugiera el título, aquí la licantropía es netamente anecdótica. Está la impronta del policial negro, están los pasos de comedia. Pero el hilo de la narración lo lleva la relación, amigable, inconclusa, dependiente, entre Sven y Audrey, una chica que cree ser la verdadera Audrey Hepburn, específicamente la icónica Audrey de Desayuno en Tiffany’s. Y la relación entre ambos está poblada de tiempos muertos, de tiempos en los que aparentemente no pasa nada porque la procesión va por dentro. Procesión que los lectores vamos viendo cobrar forma en una especie de pequeños minirelatos de una o dos páginas, en los cuales los protagonistas hacen lo que hace la gente de carne y hueso: Come, pasea, juega a las cartas o al ajedrez, va a fiestas en donde se siente incómodo, charla de bueyes perdidos con sus pocos amigos, se baña, se fuma alguna que otra cosita, lee, lava la ropa. Se enamora de las personas equivocadas, claro.



El estilo de Jason es netamente gráfico. Por la asiduidad de las largas secuencias silenciosas, se lo suele emparentar con el cine mudo de Chaplin y Keaton, influencias que el autor ha reconocido y se ven en el manejo del ritmo narrativo. Pero lo de Jason no está definido por la imposibilidad técnica para la utilización del lenguaje hablado (algo fácilmente solucionable en la historieta mediante el uso de globos y/o cartuchos de texto), sino por el valor dado a la palabra. En Werewolves… se habla poco porque lo que se dice tiene la medida de la trascendencia. Los diálogos, siempre creíbles y cotidianos, son pequeños momentos de revelación casi divina. A pesar de su economía de palabras (o tal vez por ello), Jason es un brillante dialoguista. Cuando sus personajes hablan, no sólo hacen avanzar la trama, van desnudando ante nuestros ojos la complejidad de sus psicologías sacudidas por la tragedia, la desesperación, la tristeza ante lo inevitable, la soledad de esta condición humana.


Porque, al final de cuentas, la de los hombres lobo de Montpellier es la historia de la soledad de dos impostores que aprenden a hacerse compañía. Algo que, tal vez, algún día, si le ponen ganas, hasta podría llegar a transformarse en amor. ¿Por qué no?
Fernando Ariel García


Werewolves of Montpellier. Autor: Jason. Traductor: Kim Thompson. 48 páginas a todo color. Fantagraphics. ISBN: 978-1-60699-359-0. EE.UU., mayo de 2010

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