viernes, 11 de febrero de 2011

ARRUGAS: EL MIEDO A LA HOJA EN BLANCO

Qué enfermedad de mierda.
El Alzheimer, claro. O la demencia senil, cómo prefieran llamarla. Siento que es una (si no la mayor) injusta y terrible de las enfermedades. Incurable y terminal, como otras, pero esta se nos va comiendo los recuerdos, el único equipaje que deberíamos llevarnos a la hora de dar el tránsito definitivo a otra vida, si es que la hay. De manera progresiva, se va robando las marcas que nos dejaron aquello que nos hizo únicos. Los besos, los abrazos, las rabietas, los dolores, la cara de los que amamos, el sonido de sus risas, el tamaño de sus afectos, la forma de relacionarnos con las gentes y las cosas, los sentidos de nuestra vida. No es que podamos elegir el olvidarnos de ciertas cosas. El Alzheimer no nos va a dar esa opción, nos irá despojando de todo, hasta de la dignidad, de la decisión última y privada de poder escoger el morir lo más dignamente posible. Vamos a terminar hechos nada antes de dar el paso hacia la Gran Nada. Un vegetal. Desconectado de todo y de todos. Hasta de uno mismo.

No es un tema fácil de abordar. Ni agradable. Por ello, tal vez, resulte doblemente meritorio lo de Paco Roca. Arrugas (Rides, Delcourt, 2007) es una historieta sumamente amigable, con momentos de divertida distensión en el medio de las tragedias personales que se van desarrollando ante nuestros ojos. Emilio (el protagonista) y los demás internos del geriátrico (o residencia de mayores) son gentes normales envueltas en una situación extraordinaria. Extraordinaria no porque se vea interpelada por lo fantástico o lo desconocido. Extraordinaria por lo abrumador que debe de ser el saberse en los últimos tiempos. Nadie va a durar para siempre, es cierto, pero vivir, convivir y sobrevivir a la íntima conciencia de nuestra próxima finitud, no debe ser fácil para nadie. Ni para los propios ni para sus familiares y amigos, ni para aquellos que trabajan con el olvido que representa la muerte segura que viene.

Y ahí está Roca, hablando del poder de la vida en medio de esta catástrofe que es la imposibilidad de proseguir con la vida tal cómo veníamos haciéndolo hasta hace un rato. En Arrugas los recuerdos tienen un protagonismo casi excluyente. Los recuerdos cercanos y lejanos, los verdaderos y los inventados, aquellos que nosotros entendemos sólo como ficción. Arrugas habla del Alzheimer, sí, pero lo hace en un contexto mayor, como lo hace la vida fuera de las viñetas. Y esa es, a mi entender, la mayor riqueza de Arrugas, la capacidad de aprehender (sin echar juicios de ninguna naturaleza) la existencia de la gente mayor en esta época de longevidades posibles, de distintos niveles de realidad, diferentes conceptos de validez e invalidez; y la búsqueda de una mejor calidad de vida, bienviviendo o malviviendo. Tiene la capacidad de hablar de las relaciones humanas horizontales (entre pares) y verticales (entre padres e hijos), cruzadas por la culpa, los reproches, los miedos, las manías, las prácticas triviales, las costumbres. Y el amor, por supuesto. Y la impotencia.
Arrugas no es un tratado científico. Por suerte, se detiene en el apartado médico lo estrictamente necesario, comunicándonos la información imprescindible para comprender el alcance de aquello que está pasando. Tampoco es una historieta con pretensiones didácticas. Es una obra de arte, lo que significa que logra todo lo anterior, con creces, creando sentido mediante el manejo de las emociones. Y si no me creen, esperen a llegar al final, al recurso brutal y despiadado de mostrarnos la hoja en blanco. Metáfora perfecta y dolorosa de la ausencia, de lo ya ido. Nunca el vacío estuvo tan cargado de significados. Nunca una hoja en blanco habló tan claro y tan alto.
Alzheimer. Qué enfermedad de mierda.
Fernando Ariel García

Arrugas
(Colección Sillón Orejero)
Autor:
Paco Roca

104 páginas a todo color
Astiberri
ISBN: 978-84-96815-39-1
España, noviembre de 2007

No hay comentarios:

Publicar un comentario